La televisión es el infierno, lo juro, no estoy exagerando carajo ¡la tele es el mismísimo infierno! Pero permítanme explicarles mi experiencia, como fue que descubrí las propiedades satánicas de esta aparato. Un día (cono empiezan los cuantos cuando no importa la fecha, es lo de menos) regresaba a casa de mi trabajo, estaba cansado, podría decir incluso un poco agobiado por las presiones en la oficina, pero no pienso detenerme aquí a narrar los pormenores de mi agobiante vida de asalariado. El punto es, que cuando llegue a mi casa no quería pensar en nada, necesitaba relajarme y descansar; pensé (ese fue mi primer error, jamás debí hacerlo, pensar puede ser algo muy peligroso) que la televisión podría ayudarme. Inocente (se los juró que lo era, de haber sabido que esa cosa era el infierno ni lo hubiera pensado) apreté el botón rojo del control remoto, ese que dice “power” y que ahora pienso debería decir “hell”. La pantalla se encendió, comenzaron a formarse en su interior diminutas imágenes provistas de vida y de un sonido. Jugué un poco con el control remoto (creó que los comunicólogos llamas a este simple hecho “Zapping”); ahí estaban ellos, en todos los canales, sonrientes con sus caras falsas, vendiendo felicidad, rodeados de un mundo superfluo y marerialista; estaban todos y cada uno de los esbirros de Satanás: Adal Ramones, Belcebú, Daniel Bisoño, Paty Chapoy, Loret de Mola, Javier Alatorre, Brozo, Leviatán y hasta el Chupacabras. Intentaron seducirme con sus engaños, para caer en ese mundo lleno de avaricia, lujuria, gula, soberbia, egoísmo y todos los demás pecados hábilmente disfrazados de programas de entretenimiento, noticieros, espectáculos. La tele estaba llena de todo lo que es malo: groserías, chismes, escenas de sexo, violencia, muerte, mentiras. De pronto advertí que el aparato cobraba un fulgor extraño, se volvia rojiza y retumbaba cada vez más fuerte con un sonido estridente, como si mil bandas de metal o rock pesado estuvieran ahí adentro; también había risas, risas provenientes de todos los televidentes engañados y contagiados de perversidad por los malos chistes de Eugenio Derbez y Ortiz de Pinedo. No pude resistirlo más, me levante como pude del comodo sillón y quise destrozar el aparato, pero no podía; ahí estaba el brillante letrero “sony” con sus diez años de garantía y su imagen de alta fidelidad y los 24 meses sin intereses que me costó. Tuve que tomar fuerzas de lo más profundo de mi alma, alejarme un poco, cerrar los ojos y tomar una silla plegable con las dos manos y entonces…. Uno, dos tres, cuatro no llegue al quinto por que entonces hubiera sido ira, pero con cuatro golpes de la silla fue suficiente para dejar a la televisión destrozada, con su brillo, su glamour y su maldad desterradas para siempre de mi casa. Ahora, cuando regreso a casa, cansado y agobiado por el trabajo, tomo un libro (el único que tengo, el único que necesito) y me pongo a leer para encontrar la paz: “el hombre por la trasgresión voluntaria cayó de su estado perfecto, por cuya causa todo género humano es ahora pecador, no por fuerza sino por voluntad” (Eclesiastés 7:29); “Los redimidos vivirán en el cielo y los perdidos existirán en el infierno con el diablo y sus ángeles, y tal existencia, sea en el cielo o sea en el infierno, será eterna” (Apocalipsis 14:11). Después de leer rezo, le pido a Dios pro todos los hombres, sobre todos por los televidentes, caídos en las redes del Diablo, le pido que los perdone y les de la fuerza necesaria, como me la dio a mí, para destruir ese demoníaco aparato.
PD: Espero que esta extraña Hiberbole, un tanto sarcastica (no satánica) no halla ofendido a naide de ser así, que más da, al que le quede el saco... que me lo preste!
PD: Espero que esta extraña Hiberbole, un tanto sarcastica (no satánica) no halla ofendido a naide de ser así, que más da, al que le quede el saco... que me lo preste!