Sueños robados - En el camino - Kerouac

Written by Edgar Rodriguez on Friday, July 27, 2007 at 12:32 PM

Se hacía noche, Daniel y yo caminábamos por la carretera de cuota que va de Chilpancingo a Acapulco, ningún auto se paró a recogernos, era absurdo, todo era absurdo; ese viaje sin planes ni destino , nuestro equipaje, creer que alguien nos levantaría, la discusión con Daniel, la carrera frenética por el acotamiento hasta caer rendidos por el cansancio; esa noche él juró que moriríamos.
Ahora hay demasiada seguridad a mi alrededor, las cosas fluyen lento. Miró el periférico desde un ventanal del tercer piso, es noche, hay poco tránsito. Recuerdo el viaje con Daniel, un escalofrío me impele, la aventura, la vida, están allá afuera; pienso en Dean Moriarty, ese loco recorriendo Estados Unidos de un lado a otro, incapaz de mantenerse quieto, balbuceando historias, evidenciando la existencia de Dios: “Si, si, si…” una y otra vez mientras la música se eleva y el vértigo lo envuelve todo. Suspiro, trato de reprimir la voz, es difícil, Kerouac renueva mis anhelos ocultos, que gritan: ¡Mete el acelerador! Esto se esta tornando estúpidamente lento, todo es tan incómodamente ordinario. Me veo atrapado en la redes de una felicidad costumbrista. “El hombre animal de costumbres” ¡Falacia! Ingenuidad teórica de un sociólogo convencido de que las cosas deben ser de algún modo preciso. El hombre posmoderno prefiere escapar, abusar de lo diferente, como Dean. Caminar lentamente, complacido con una vida de medianas comodidades, no es opción. ¡Acelera carajo! Quiero sentir el aire en la cara, ver pasar las opciones a toda velocidad, sin escoger ninguna. No quiero la paz, no quiero la aburrida tarjeta postal de familia feliz. Quiero mis pensamientos a 200 kilómetros por hora, sin precisión, sin seguridad, sin ideas fijas, con el universo por delante escupiéndome en el rostro, demostrándome en cada curva que no se nada, que soy un imbécil, que nunca llegare a la meta. Que “se hace el camino al andar”, al correr se hace el camino. ¡Mete el acelerador!
Suspiro, miro ese libro viejo, arrugado, húmedo, la Biblia del movimiento beat. Cada aventura es una parábola, esta el profeta Dean y todos sus discípulos, entre ellos Sal, encargado de escribir sus evangelios. Cada viaje es un búsqueda, el camino el medio para descubrir ESO que nadie sabe qué es, pero está ahí, en alguna parte, esperando ser descubierto, por eso es necesario no detenerse, seguir en la carrera. Y es hermoso, pasar hambre, estar al borde de la carretera, ignorar que pasara después, mirar cada paisaje, pueblo, persona, diferentes, llenos de magia simplemente por estar ahí, pasando a nuestro lado, compartiendo esta locura.
Daniel y yo no morimos aquella noche, conseguimos levantarnos y caminar hasta la caseta, donde abordamos a dos camioneros que nos llevaron. Contemplamos el amanecer con los pies descalzos en la arena; lo habíamos conseguido, estábamos en una de las playas mas sucias e inseguras del país, con hambre, sucios, sin dinero para un hotel; pero fue un momento memorable y sabíamos que ahí en Acapulco, en ese viaje, estaba ESO que no supimos que era, pero nos hacia en ese instante supremamente felices y dueños del mundo; como el profeta Dean Moriarty, como toda esa desolada y frenética generación de escritores y su Biblia, escrita por Kerouac.

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