Yo Reptil

Written by Edgar Rodriguez on Saturday, October 18, 2008 at 9:45 PM

Me transformo, se quemó mi epidermis y ahora cambio de piel para poder seguir sobreviviendo. Ahora pueden llamarme Tom Collins, me gusta la playa, el mar y las chicas que trabajan como animadoras en los hoteles; por culpa del sol ahora soy más negro y más imbécil (algunas neuronas se quemaron), aunque debo admitir que esto último también fue culpa del paquete todo incluido que incluía (pleonasmos, hermosos y repetitivos pleonasmos) todos los cocteles que quisieras.
El primer día fue simple, quería cuidarme para no pasar crudo todas las vacaciones, me concentre en el tequila y sus respectivas derivaciones; para el segundo comencé con los licores, principalmente el de café y almendra (bebidas para niñas, pero que va, endulzan la vida hay que admitirlo); para el tercero llegó el ron con sus respectivas mezclas; ya para el cuarto la Ginebra y el Vodka terminaron por consolidar mi estado etílico vacacional.
Regresar a la realidad sería un golpe duro, por eso pensé que sería mejor quedarme allá, en esa tierra caliente, cambiarme de nombre y conseguir un trabajo como barman; una vida simple, con tiempo suficiente para escribir, disfrutar todos los días de la arena fresa, el mar tibio de las costas del pacífico y la animadora costeñita. Pero igual que siempre: pensé, pensé demasiado y sólo eso.
Me arrastre por el suelo un rato antes de levantarme con aire decidido para cambiar nuevamente, más que cambiar decidí volver, escribir nuevamente sobre algo que no tenga que ver con la chamba, buscar tiempo debajo de las camas, regresar a las andadas con la banda imbécil ¿por qué no? , después de todo eso soy, eso siempre he sido, un simple imbécil con falsas aspiraciones, la vista nublada por las dudas, la boca y los dedos ansiosos por cuestionar, divertirse, saltar, imbecilear…

Pueden llamarme Tom Collins, soy un imbécil, está es mi nueva piel:

Help is comming...

Written by Edgar Rodriguez on Friday, June 13, 2008 at 11:19 AM

El tiempo me consume como a una de esas veladoras de iglesia que se van agotando poco a poco sin que nadie perciba siquiera como su luz se apaga, supongo que por eso en algunas iglesias ahora ponen de esas veladoras artificiales que se prenden cuando la gente mete una moneda a la maquina, a nadie le gusta ver una luz desperdiciada; pero la luz artificial es apenas un remedo de la natural y bien vale la pena el riesgo y sacrificio de brillar por luz propia, antes que optar por comprarse un foco por temor a que la parafina termine de consumirnos.
Pues bien mi pequeña vela corre riesgo de apagarse por el vendaval de costumbres, gastos y rutinas que me avecina, pero estos tiempos de lluvia me han servido para descubrir que hay más de una mano dispuesta a ayudarme con un paraguas para evitar que se apague mi luz con estos aguaceros, así como personas capaces de encenderme (en todos los sentidos y significados que quieran darle a dicha palabra) y contagiarme de su luz.
El tiempo apremia, es nuestro peor enemigo, la verdadera batalla es contra él. Pero los espacios se buscan y se consolidan poco a poco; basta sacar de vez en cuando la cabeza del hoyo, para comprobar que afuera el mundo sigue existiendo y que hay muchas cosas por hacer, mientras, tomaremos fuerza, respiremos profundamente y tengamos paciencia:

help is comming my angel, help is comming…

Un fuego humano

Written by Edgar Rodriguez on Wednesday, April 09, 2008 at 9:40 PM

Hay una flama que vale más que cualquier incendio forestal o pequeña chispa que sea capaz de generar cualquier insignificante cerrillo de cocina en sus mejores días. Es quizá el fuego más valuado en nuestro días, aquel que ningún bombero en su sano juicio pensaría siquiera en intentar apagarlo: el fuego olímpico.
Dada su importancia, son irreprochables todas las medidas de seguridad que sean necesarias para que la flama se mantenga viva, no vaya a ser que un viento loco se avecine sobre el fuego y ocurra una fatalidad irremediable. No vaya a ser que algún desquiciado perpetué algún atentado con un extintor, un chorro de agua o un simple soplido. Por eso en Paris, Londres y San francisco, se han montado intensos operativos con la participación de miles de elementos de seguridad para resguardar el fuego olímpico, no es que se desconfié de alguien en particular, pero nunca esta de más extremar precauciones cuando se trata de una persona, perdón quise decir fuego, tan distinguido.
Porque ese fuego es símbolo de la olimpiadas que se llevaran acabo durante el presente año en Beijing, China. Y las olimpiadas han sido siempre sinónimo de unión, fraternidad y sana competencia; después de todo, ¿acaso hay algo más noble, saludable y enriquecedor (en el buen sentido del término, desde luego) que el deporte? Y el fuego olímpico es un símbolo de esa unión que traspasa fronteras, idiomas, colores y diferencias políticas. Por eso se respeta al fuego, por eso se le honra y se le enaltece, por que nadie, absolutamente nadie (salvo honrosas excepciones) puede o debe estar por encima de él, mucho menos por supuesto unos cuantos tibetanos, simples humanos.
Que si han sido golpeados, no me consta, que si son oprimidos, quizá; pero nada de eso justifica pretender apagar la sacrosanta flama ¿En qué cabeza cabe? Digo si quieren protestar pueden poner un coche bomba en Pekín o cualquier otra ciudad china (menos Beijing, porque ahí serán las olimpiadas), pero ¿por qué se meten con la inocente flama? Acaso piensan que las supuestas muertes de los tibetanos valen más que la flama, son más importantes. Acaso alguno de esos tibetanos muertos fue resguardado por, ya no digamos miles, al menos un guardia de seguridad. ¡Claro que no! La evidencia es flagrante, ninguno de esos tibetanos, ni siquiera todos juntos, valen más que el santo fuego olímpico. Porque ninguna vida humana vale más que nuestros símbolos y nuestras instituciones, gracias a los cuales se sustenta la perfecta sociedad en la cual vivimos todos, pletóricos de derechos, libertades y justicia. ¡Hay de aquel que apague la flama! Yo exigiría que fuera condenado a muerte.

Mi monstruo y yo I

Written by Edgar Rodriguez on Saturday, March 29, 2008 at 11:39 PM

Hay un monstruo en mi estomago, extiende sus tentáculos desde mi abdomen hasta mi medula espinal, me provoca dolores de espalda y el cuello. Es un ansia asesina, necesidad de escupir, mandar todo al carajo, aventarme desde el quinto piso… no mejor aventar a todos los demás, que el mundo entero salte por la ventana, mi mundo entero, lo conocido, la familia, los amigos, los compañeros del trabajo y también tu, infortunado lector… el monstruo me exige soledad absoluta, egoísmo puro, olvido total.
Pero no tengo fuerzas, constriño todo mi cuerpo para domar al monstruo, evocaciones y añoranzas se encargan de clavarle puñaladas, se desangra, muere lentamente y evacua su sangre transparente a través de mis ojos. Soy demasiado bueno carajo, soy demasiado sencillo puta madre, soy demasiado poco ambicioso, poco poder, poco seguro.
El sueño, pequeña muerte anhelada me llama.
Continuara….

Sueños, reales, de Ámbar

Written by Edgar Rodriguez on Thursday, March 13, 2008 at 6:33 PM

Ámbar, pequeña niña de año y medio, duerme placidamente mientras la observo, ella no se sabe observada. Mauricio Babilonia se olvida en un instante de Meme, está en presencia del espectáculo más hermoso que jamás halla visto; él, evocador de enjambres de mariposas amarillas, muere de envidia al ver a la pequeña Ámbar rodeada de miles de mariposas monarcas mientras mueve sus bracitos de arriba abajo para elevar sus pequeños pies del suelo y volar rumbo a los bosques altos de Michoacán, de fondo Oscar Chaves canta “Macondo”.
Ella sonríe al despertar; papa (empecinado en sus propias ensoñaciones) le pregunta por centésima tercera vez en la semana ¿Cómo hacen las mariposas? Ámbar duda por un instante y luego contesta: gua, gua, para reír acto seguido. Parece claro, por más que papas, tíos y abuelos, se empeñen en recordarle a la niña Ámbar como hacen las mariposas, ella prefiere los perros. Aunque su padre (nefelibata sin remedio) divague con los probables sueños fantástico de su hija, la realidad, en este caso la realidad de los sueños (¿?), es más simple: Ámbar sueña con un perros, con miles de perros volando a su alrededor, perros de todas las razas, dálmatas, chihuahueños, labradores, salchicha, boxer; perros chiquitos y grandotes; perros blancos, negros, rojos, morados, azules, amarillos, perros con alas color ámbar y pequeñas antenas, como mariposas…
Ámbar se levanta y corre hasta donde está hoshi, perro french pudle de casa de mis suegros, el cual intenta huir de la pequeña amenaza que la niña de un año y medio representa para sus escasos treinta o cuarenta centímetros de altura. Ámbar trata de cargar a hoshi y dice: “pata”, para que el educado perro levante la patita y saludde a la dulce niña. Así, seguramente son los sueños de Ámbar, mas simples y mundanos, quizás ahí en lo mundano, en lo terrenal, radica la felicidad.

Ambarcienta

Written by Edgar Rodriguez on Monday, March 03, 2008 at 11:06 AM

No era medianoche, eran aproximadamente las 6:45 de la mañana cuando Ámbar perdió su zapato izquierdo (ella es una niña sencilla, prefiere zapatos de suelo cómodos antes que hermosas zapatillas); esta breve fatalidad aconteció cuando ingresamos a la estación del metro San Cosme, al parecer (son tan sólo conjeturas, la realidad será siempre un misterio pues no hubo testigos) el zapato rosa se cayó por que se atoró con el torniquete de entrada.
Desafortunadamente no hubo un príncipe azul preocupado por recoger el calzado y retribuirlo a su bien ponderada dueña, lo más cercano era un poli (vestido de azul) que estaba en la entrada del metro, pero nuestro único probable héroe estaba dormido en ese momento. Pero a todo esto ¿Qué hacía Ámbar en el metro un domingo a esas horas de la madrugada? Pues iba rumbo a su primer gran aventura: un viaje a Michoacán para conocer a las mariposas monarcas.
El viaje fue casi perfecto, excepto por la pequeña pero a la larga significante perdida del zapato de Ámbar (además del intento de homicidio que sufrí por parte de mi suegro, para mi suerte sólo quedo en un inocente machucón de dedos). Durante el trayecto de más de cuatro horas no hubo demasiados problemas, Ámbar durmió la mayor parte del tiempo, igual que nosotros, el resto de los desmañanados aventureros. Hasta ese momento (aunque Zayil ya me había advertido de la gravedad del asunto y se había molestado por que no quise regresar a buscar el zapato) yo seguía pensando que no tenia la mayor importancia y que ella exageraba, después le compraría otros zapatos, incluso unos más bonitos, mientras podíamos cargarla. Tu la vas cargar todo el día, me increpó Zayil. Si, respondí decididamente con tal de no comenzar una discusión que arruinara el viaje.
Para ver a las mariposas monarcas es necesario, una vez que el autobús nos deja lo más cerca posible, subir chorrocientas escaleras y caminar por interminables veredas para llegar hasta la parte más alta del cerro donde esta el santuario de las susodichas reinitas. Al principio yo feliz, con Ámbar en hombros, corriendo como caballo para ser los primeros en llegar. Después de veinte minutos más que caballo parecía yo burro desnutrido, caminaba despacito y me detenía cada 30 o 40 escalones para descansar y tomar aire. Ámbar estaba feliz, cada vez que le mencionaba las mariposas ella movía su cabecita afirmativamente y agitaba sus bracitos como si estuviera volando. Conforme seguíamos subiendo Ámbar pasó de mis hombros a ser cargada como bulto, luego de la forma tradicional y finalmente con la ayuda de un rebozo.
Cuando al fin llegamos, luego de casi una hora de subida, me senté desfallecido en el suelo mientras a mi lado Ámbar aplaudía y abría los ojos lo más posible para ver a las mariposas en parvada inundando el cielo con tonos ocre, un espectáculo semejante a ver miles de hojas secas caer al mismo tiempo durante el otoño; eventualmente Ámbar gritaba porque quería caminar y perseguir mariposas pero no la dejábamos por la desafortunada perdida del zapato rosa izquierdo; pensamos en dejarla caminar descalza pero el suelo era irregular y resbaladizo, además de que había mucha gente.
En el regreso Zayil se apiado de mi y cargo con Ámbar; todos llegamos al camión muertos de cansancio, excepto claro la niña sin zapato: ambarcienta, Ya en casa Ámbar se durmió y estoy seguro que no soñó con los angelitos, no los conoce, seguramente soñó con miles, millones de mariposas monarcas surcando el cielo y ella (libre de zapatos) volando entre ellas en un viaje de retorno al norte del continente.

XX ¿Y?

Written by Edgar Rodriguez on Monday, February 25, 2008 at 4:46 PM

Desde que somos niños nos ¿educan? (yo diría condicionan) para identificar y clasificar las cosas como deben ser: para el niño color azul, cochecitos y saludo de mano; para la niña color rosa, muñecas y beso en el cachete (hay del que se atreva a acercarse aunque sea un poco al breve pero siempre dulce espacio de la comisura de los labios). Pero en estos “tiempos modernos” esas clasificaciones se hacen cada vez más obsoletas gracias al exacerbado movimiento feminista (“si yo fuera mujer, no me casaría, nada de sostén, nada de pastillas, que las tome él” att: Patxi Andion )y el movimiento lésbico gay.
No todos los hombres son orangutanes machos sin sentimientos, ni todas las mujeres son flores delicadas a las cuales debemos proteger. Las nuevas formas de pensar o clasificar la especie humana (al fin animales como todos) obedecen más a las conductas sociales respecto a la preferencia sexual que a lo meramente biológico. Sin embargo, todavía hay quienes afirman que todas estas formas de relacionarse son contra natura, por que la naturaleza es sabía y no se equivoca (¡ni que decir de Dios, claro esta!), nos hizo hombres y mujeres respectivamente para poder preservar la especie por medio del acto mas humanamente animal: la cópula; en otras palabras todos somos hijos del pene y la vagina.
Durante la fecundación los óvulos de la mujer llevan el cromosoma X, mientras que la mitad de los espermatozoides masculinos llevan el cromosoma X y la otra mitad Y. En teoría el hombre es quién determina el sexo del bebe, si se fecunda un XX será Manuel y se es XY será Manuela. Así de simple y hermoso: la naturaleza es perfecta… ¿o no?
En 1967 Ewa Klobukowska, campeona olímpica en Tokio 1964, fue la primera “mujer” en no pasar la pruebas de control de sexo recién implementadas por la IAAF. El problema no era que fuera un hombre hábilmente disfrazado de mujer, ni tampoco que fuera un travestí o que se hubiera hecho la jarocha; el problema fue que ella tenia un cromosoma de más, la naturaleza se había equivocado.
Más allá de intentar profundizar en las causas naturales de los estados intersexuados,(para ello me remito a los artículos: Estados Intersexuados I y Estados Intersexuados II ), traigo a colación este caso como una muestra más de lo limitante, retrogradas e inútiles que son las clasificaciones tradicionales que nos inculcan desde niños. El hombre (nosotros, tu y yo) en su afán de conocerlo todo pretende clasificar, definir, clarificar, esquematizar; las cosas son como nos enseñaron que eran, como lo dicen las monografías de a peso (que ya cuestan 5, maldita economía!) o la enciclopedia de Time Life (los cuales para venderla usan uno de los trucos más bajos que existen en ventas: “¿Cuánto vale la educación de sus hijos?” “¿Cuánto vale el futuro de sus hijos?” y muchos creyendo a pie juntillas aquello de que educación = futuro exitoso, les dan un cheque por más de 10 mil pesos por información que fácilmente puede consultarse gratis en wikipedia.org). Como decía, vivimos en una sociedad llena de etiquetas estables que muchas veces no hacen más que limitar nuestra perspectiva y creatividad.
Personalmente antes había escuchado vagamente sobre estados intersexuados, pero no estaba completamente conciente de su existencia. Por eso la razón de toda esta palabrería, para que tu y yo descubramos algo más que rompe nuestros esquemas tradicionales; en este caso el de niños azul, niñas rosas, gays bandera de colores… ¿Y los Intersexuados?
Para terminar les dejo un fragmento de un articulo muy bueno sobre el tema, el que quiera entender: que lea…
Los y las participantes son invitados a imaginar qué ocurrió cuando nacieron, cómo fue que terminaron asignados como niñas o niños, qué parte de su cuerpo fue la que determinó esa asignación se produjo en el momento de nacer, o aún antes. En el momento de responder a esa pregunta, los hombres siempre aciertan cuando afirman: un pene. Algunas mujeres también aciertan cuando dicen: no había pene. Y muchas, mujeres suponen: alguien debe haber visto que yo tenía una vagina. El fundamento de esa presunción es claro. La penetrabilidad de niñas y mujeres ha constituido históricamente un rasgo esencial de su modo de ser en el género. Sin embargo, esta identificación inicial del género femenino con la capacidad-para-ser-penetrada sólo puede ocurrir si otra operación material y significante tuvo lugar con anterioridad: la comprobación de que nada, pero nada, en ese cuerpo que será el de una mujer, competirá, será tomado, o confundido, con un pene. Pene o no pene, primero. Que el clítoris no parezca un pene, después. Tal es la economía carnal de la asignación de género en Occidente.

Un pequeño changarro junto a la parada sobre periférico sur

Written by Edgar Rodriguez on Friday, February 15, 2008 at 4:09 PM

Todos los días después de comer voy al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y compro unos chicles. No me gusta masticar chicle, de hecho detesto hablar con personas mientras mastican chicle, es como intentar entablar una conversación con una vaca que está rumiando pasto; los chicles se los regalo a un chico que pide dinero a la entrada del metro Barranca del Muerto. No es que sea yo muy caritativo o que piense que regalándole una golosina este cambiando la vida de este chico, es sólo que nunca me ha gustado ser desperdiciado, prefiero regalarle los chicles a ese chico antes que tirarlos a la basura.
He aquí un escollo irracional en mis acciones cotidianas. ¿Por qué compro unos chicles todos los días en el pequeño changarro que está junto a la parada sobre periférico sur? Una simple razón: es lo más barato que venden ahí. Los chicles cuestan un peso y son el pretexto perfecto para ver todos los días a la chica que atiende el el pequeño changarro que está junto a la parada sobre periférico sur. Ella debe tener 17, máximo 18 años, pero tiene una carita de nínfula capaz de inquietar a más de un pederasta de closet; es un poco tímida o quizás finge y en realidad se trata de una afectivísima táctica de cachondeo a ultranza de clientes imbéciles que regresan todos los días con tal de poder ver otra vez a la inocente chica del pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur.
Pero no es así, al menos no conmigo; todos los días le sostengo la mirada y ella me sonríe, luego le pago, generalmente con un billete de 20 o 50 para prolongar el mayor tiempo posible nuestro nimio pero intenso contacto físico de todos los días: discretamente rozo su mano mientras ella me entrega y cuenta las monedas del cambio. Después yo finjo volver a contar mentalmente mientras miro fijamente sus manos y las mías, tan cerca unas de otras. Al terminar la operación guardo el dinero en la bolsa antes de despedirme con una mirada perspicaz y un monosílabo: “chao”. En más de una ocasión ella me ha tenido que gritar un “joven”, para decirme que se me olvidan los chicles.
Generalmente esta breve visita al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur, consigue ponerme de buen humor, pero cuatro horas más tarde, cuando voy en el micro de regreso, no puedo evitar sentirme culpable al pensar en mi esposa. La conciencia moral me increpa: ¡Ingrato, pérfido, rata de dos patas! Para acallar las voces ayer se lo conté todo Zayil.
¿Y luego? Me increpó ella después de escuchar la historia. Pues nada más. ¿Nada más? Si, nada más. Me quieres decir que todos los días coqueteas con la chica del pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y nunca ha pasado nada más, aparte de que se rozan sus manitas. Este… si. No te creo. En serio, te lo juro, bueno no te voy a mentir, más de una vez he pensado en ella pero nunca… No te creo. Ya vez, por eso luego no te quiero contar nada. Vamos Edgar, apoco nunca la has besado o le has pedido su teléfono o le has insinuado algo más. Este… no, es tonto lo se, pero sólo la veo a los ojos y rozó sus manos…Un largo silencio siguió al dialogo, luego ambos nos miramos y reímos ante la absurda escena de celos maritales que acabábamos de escenificar. A veces soy demasiado inocente y Zayil también; pero ambos sabemos que el mundo es más que nosotros dos y los límites auto impuestos por costumbre en las relaciones de pareja se derrumban con el tiempo y la confianza y la complicidad.
Ahora me siento más tranquilo cada vez que, después de comer, voy al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y compro unos chicles y le coqueteo a la chica de 17 o quizás 18 años, con mirada de ninfula, y le pago con un billete para rozar sus manos frías mientras me entrega el cambio y después mientras camino a la oficina pienso en cual será su nombre y que quizás algún día me anime a preguntárselo y dejo los chicles en el changarro y ella me grita "joven" y yo regreso por mis chicles que más tarde regalaré el chico que pide dinero afuera del metro Barranca del Muerto.

Adios Xochitl, Adios Calli

Written by Edgar Rodriguez on Thursday, January 10, 2008 at 2:54 PM

Mi casa estaba sola, abandonada, quizás triste. Esta vez incluso me hubiera gustado encontrar a los mosquitos, pero sin trastes sucios o manzanas a medio morder no parece que Izcalli les resulte atractivo, tal vez también se le hace lejos y el trafico y todo eso los ahuyento, como a nosotros. No me reclama, este departamento es fiel como perro, pero no necesita decir nada, lo se, cada esquina huele a nostalgia.
Quisiera pedirle perdón, explicarle que el abandono no fue planeado, fue paulatino, simplemente pasó: primero Ámbar enfermó, no quisimos exponerla al largo viaje ni al frío matinal de los linderos de la zona metropolitana; después, Zayil fue operada, no puede cargar cosas pesadas, quedó descartada la proeza diaria de viajar en camión con Ámbar en brazos y dos mochilas; finalmente, vinieron las fiestas de fin de año y más frío y nuevos planes. Ya tenía tiempo rondando en mi cabeza la idea de cambiar de casa, pero no pensé que sucediera tan pronto.
Esta es la segunda vez que emigro de este lugar, la primera fue cuando tenia como 5 o 6 años, en esa ocasión las razones fueron similares: la distancia, el tráfico, el estrés… Y el pobre departamento fue abandonado, pero permaneció fiel a la familia, de alguna manera yo intuía que tenía que regresar algún día, por eso cuando llego Ámbar y Zayil y yo decidimos vivir juntos, lo más natural me pareció regresar ahí, donde secretamente había prometido volver.
Ahora me marcho otra vez, las historias se repiten, continúan los ciclos en espiral infinito. Intuyo que Nathaniel Howthorne tiene razón en “La casa de los siete altillos”, cuando critica el afán del hombre de asentarse por generaciones en un edificio, de sentar raíces en construcciones monumentales que venzan el tiempo que nosotros (al fin humanos, no podemos vencer). Puede que el escritor norteamericano tenga razón cuando dice que los palacios de gobierno, los juzgados y todas las edificaciones del estado, deberían ser más endebles, como símbolo de la necesidad de cambio, de transformación (no evolución, es diferente) cada determinado tiempo, porque nada es ni debería pretender erguirse como eterno.
Si, los cambios son necesarios, pero eso no quita la soledad y tristeza de la que fuera mi casa por casi dos años… que poco tiempo, que cortos son mis ciclos, tal vez mis padres tengan razón, voy demasiado rápido, demasiado atrabancado… podría esperar otro par de años en Izcalli, velando la nostalgia, aferrado a breves, veloces, bellos recuerdos… memorias colibrí, que baten sus alas rapidísimo, chupan todo el dulce e una flor se llenan de ella y luego se van, buscan otra flor, otra casa. Han pasado demasiadas cosas en dos años, Ámbar es la mejor prueba de lo que digo, ella sola es demasiadas cosas, ella sola es casi todo…
Tal vez vuelva algún día a Izcalli con la cola entre las patas, se que ahí estará ese departamento presto a recibirme otra vez. Por ahora solo restan vueltas sucesivas para vaciar poco a poco las entrañas de mi antigua casa… luego arrogarlas todas a la nueva flor en la cual Yo, Zayil y Ámbar agitaremos nuestras alas hasta agotar todo el polen que este nuevo lugar pueda ofrecernos.

Asesinos cereales y reyes majes

Written by Edgar Rodriguez on Saturday, January 05, 2008 at 10:24 PM

Hoy en la mañana me senté a desayunar un poco preocupado, dos ideas me agobiaban: los reyes magos y los asesinos seriales. Una cosa no tiene mucho que ver con la otra, salvo que ambos son conceptos que habitan más en el imaginario colectivo que en la realidad. Mi preocupación por los reyes magos era por que no había comprado nada… perdón quise decir que los reyes magos no habían comprado nada para Ámbar. Por otro lado, la idea de los asesinos me seguía rondando después de una investigación que hice para documentarme un poco para una novela que pretendo escribir, de la cual no he conseguido más de tres cuartillas mediocres. Para desayunar sólo había café preparado, así que asalte la alacena de la casa de mis suegros, en la cual encontré una caja de “Korn Flakes”; no acostumbro comer estas cosas pero como tenia flojera de buscar otra cosa me serví de estas supuestas hojuelas de maíz en un plato, pero no había leche así que les puse café. Mientras masticaba mi extraña mezcla pensaba en los asesinos seriales en México, por ejemplo en el caníbal de la guerrero, en la mata viejitas e incluso en Goyo Cardenas. Tal vez es un tema muy trillado para las novelas, como los reyes magos son un tema común en estos días, sería mejor escribir y pensar en otras cosa o darle la vuelta a los temas... como una viejita que mata asesinos, eso puede ser una buena ida, tal vez podría comenzar con una escena de una mujer de 80 años leyendo el periódico, pero no cualquier periódico, debe ser la Prensa o el Metro, entonces en su cabeza comienza a trabajar una idea, mientras desayuna cereal por supuesto, vengar a su hermana que fue asesinada por la mata viejitas y después de eso, sentirá tanto placer en ejecutar y planear la muerte que seguirá con una cadena de ajusticiamientos… es demasiado, con que fuerza puede matar una mujer de 80 años a un asesino serial… este cereal ya esta muy remojado y no tiene muy buena cara… que tal los reyes magos asesinos! Ya estoy desvariando, creo que no me cayo bien este desayuno… los cereales remojados me ven con cara de pocos amigos, intuyo que esconden algún arma en el fondo del plato… Por la tarde planeaba ir al centro para comprar… digo para que los reyes compararan algo para Ámbar, pero ahora me siento mal del estomago, es culpa de ellos, de los cereales no de los reyes magos, los imagino dentro de mi cuerpo haciendo estragos en mi intestino, son unos asesinos cereales… y los reyes? Bueno, mientras yo me sienta mal, ellos seguirán haciéndose majes.

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