Un pequeño changarro junto a la parada sobre periférico sur

Written by Edgar Rodriguez on Friday, February 15, 2008 at 4:09 PM

Todos los días después de comer voy al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y compro unos chicles. No me gusta masticar chicle, de hecho detesto hablar con personas mientras mastican chicle, es como intentar entablar una conversación con una vaca que está rumiando pasto; los chicles se los regalo a un chico que pide dinero a la entrada del metro Barranca del Muerto. No es que sea yo muy caritativo o que piense que regalándole una golosina este cambiando la vida de este chico, es sólo que nunca me ha gustado ser desperdiciado, prefiero regalarle los chicles a ese chico antes que tirarlos a la basura.
He aquí un escollo irracional en mis acciones cotidianas. ¿Por qué compro unos chicles todos los días en el pequeño changarro que está junto a la parada sobre periférico sur? Una simple razón: es lo más barato que venden ahí. Los chicles cuestan un peso y son el pretexto perfecto para ver todos los días a la chica que atiende el el pequeño changarro que está junto a la parada sobre periférico sur. Ella debe tener 17, máximo 18 años, pero tiene una carita de nínfula capaz de inquietar a más de un pederasta de closet; es un poco tímida o quizás finge y en realidad se trata de una afectivísima táctica de cachondeo a ultranza de clientes imbéciles que regresan todos los días con tal de poder ver otra vez a la inocente chica del pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur.
Pero no es así, al menos no conmigo; todos los días le sostengo la mirada y ella me sonríe, luego le pago, generalmente con un billete de 20 o 50 para prolongar el mayor tiempo posible nuestro nimio pero intenso contacto físico de todos los días: discretamente rozo su mano mientras ella me entrega y cuenta las monedas del cambio. Después yo finjo volver a contar mentalmente mientras miro fijamente sus manos y las mías, tan cerca unas de otras. Al terminar la operación guardo el dinero en la bolsa antes de despedirme con una mirada perspicaz y un monosílabo: “chao”. En más de una ocasión ella me ha tenido que gritar un “joven”, para decirme que se me olvidan los chicles.
Generalmente esta breve visita al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur, consigue ponerme de buen humor, pero cuatro horas más tarde, cuando voy en el micro de regreso, no puedo evitar sentirme culpable al pensar en mi esposa. La conciencia moral me increpa: ¡Ingrato, pérfido, rata de dos patas! Para acallar las voces ayer se lo conté todo Zayil.
¿Y luego? Me increpó ella después de escuchar la historia. Pues nada más. ¿Nada más? Si, nada más. Me quieres decir que todos los días coqueteas con la chica del pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y nunca ha pasado nada más, aparte de que se rozan sus manitas. Este… si. No te creo. En serio, te lo juro, bueno no te voy a mentir, más de una vez he pensado en ella pero nunca… No te creo. Ya vez, por eso luego no te quiero contar nada. Vamos Edgar, apoco nunca la has besado o le has pedido su teléfono o le has insinuado algo más. Este… no, es tonto lo se, pero sólo la veo a los ojos y rozó sus manos…Un largo silencio siguió al dialogo, luego ambos nos miramos y reímos ante la absurda escena de celos maritales que acabábamos de escenificar. A veces soy demasiado inocente y Zayil también; pero ambos sabemos que el mundo es más que nosotros dos y los límites auto impuestos por costumbre en las relaciones de pareja se derrumban con el tiempo y la confianza y la complicidad.
Ahora me siento más tranquilo cada vez que, después de comer, voy al pequeño changarro que esta junto a la parada sobre periférico sur y compro unos chicles y le coqueteo a la chica de 17 o quizás 18 años, con mirada de ninfula, y le pago con un billete para rozar sus manos frías mientras me entrega el cambio y después mientras camino a la oficina pienso en cual será su nombre y que quizás algún día me anime a preguntárselo y dejo los chicles en el changarro y ella me grita "joven" y yo regreso por mis chicles que más tarde regalaré el chico que pide dinero afuera del metro Barranca del Muerto.

1 Responses to "Un pequeño changarro junto a la parada sobre periférico sur"

Comment by Melanie Forey
8:09 AM #

¡Muy buena historia! Cómo le haces para que al escribir tu vida parezca una novela... TQM

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