Para quien, oficialmente, nunca fue mi suegra

Written by Edgar Rodriguez on Saturday, October 03, 2009 at 10:45 PM

Debería evitar la retórica y decir sin más, lo siento, me hubiera gustado hacer, me hubiera gustado decir, me hubiera gustado compartir; pero, carajo, por qué la gente no avisa, toma sus precauciones para anunciarnos el tiempo limite: “sabes, temo que tienes sólo este mes para decirme todo lo que tengas que decirme, por que después me iré del país sorpresivamente”, “oye, quizá en un par de meses me enamore de otra persona, porque no aprovechas el tiempo que te queda conmigo”, “aprovecha mis últimos cinco meses de vida, porque en septiembre sufrire un inesperado derrame o quizá sea un paro cardiaco”.

“Si quieres que Dios se ría, cuéntale tus planes” y ahí esta, cagandose de la risa de mí, de todas les veces que he pensado (“piensas demasiado”) en hacer, decir, actuar; pero todo se ha quedado sólo en eso, en planes estúpidos. Pero mi mente va siempre más rápido que el resto de mi cuerpo, necesitaría “pensar con la panza”, pero ¿cómo se hace eso?, a veces pienso (¡otra vez, necio!) que con la panza sólo se puede pensar en comida, con los pies en caminos, con los ojos en colores, con los oídos en sonidos, con la nariz en olores, con los brazos en volar.

Pero, la muerte, el adiós, el amor, el destino (¿existe?) no perdonan, no esperan a que creamos o no en ellos. No importa si creemos en la resurrección, el inframundo, el cielo y el infierno, igual la gente no deja de morir. No importa si creemos en el amor a primera vista, almas gemelas o la pasión fugaz, igual la gente sigue haciendo sinsentidos en nombre del amor.

Y cada vez que muere alguien cercano, nos enamoramos o nos despedimos para siempre de alguien, algo trascendente ocurre en nuestro interior, crecemos de alguna manera, descubrimos nuevas aristas del universo y somos más grandes, sabios, maduros a la vez que más vulnerables.

No hay duda, cuando uno necesita más de una mano para contar las muertes, amores y olvidos, es que los años han pasado. Y cada vez que se suma uno, nos hacemos más viejos y nostálgicos, sí, la nostalgia es también una especie de vejez prematura. “No hay nostalgia peor, que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Y, sin embargo, están todos nuestros “pero”, nuestras excusas, nuestros hubiera y todo un mundo de oportunidades que se escurre entre nuestros dedos, pero es inevitable, uno quisiera, pero es imposible abarcar el universo entero en una vida. Quizá lo mejor que se puede hacer es no traicionar a nuestra panza, hoy quiero chilaquiles, un cerveza, una pizza, un taco de ojo, un sueño de piel cobriza, escribir, brindar a tú salud y admitir que no hay más que esto: vivir, disfrutar, al máximo y un día, sin mayor preámbulo, desparecer para siempre.

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