La mujer y la niña esperan el tren en la estación
del metro Tacuba, línea Azul, dirección Toreo. La pequeña, de 5 o 6, máximo 7 años,
está sentada en el barandal ubicado entre el andén y las escaleras que pasan
por abajo para transbordar. Atrás de la menor hay un vacio de cinco metros de
altura, parece peligroso. La madre está preocupada, pero su hija insiste en sentarse
ahí, ya la ha hecho otras veces, nunca pasa nada.
Un hombre vestido de traje sube las escaleras. Es cajero
en un banco, estudió administración, es un tipo promedio, buena persona, en general.
Está cansado de su trabajo, de su matrimonio de diez años, sin hijos, de sus no
amigos, de todo. No está triste, sólo aburrido de una vida así, sin emociones.
Cuando pasa junto a la mujer y la niña corre en su dirección
. No lo piensa, jamás había hecho algo similar, ni siquiera lo había
imaginado, leído en un libro o visto en la televisión. Actúa sin saber por qué,
con la palma de su mano izquierda empuja el hombro de la niña y ella cae. El
grito de la madre ahoga el de la hija, pero no puede opacar el ruido de una cabecita
al chocar contra el suelo. Es como un huevo al caer de un estante en el
supermercado. Las escaleras se salpican con una yema roja.
El hombre corre en dirección a las vías, aquello
dura poco, 5 o 6, máximo siete segundos. En esos instantes él logra nuevamente
sentir algo, una emoción, adrenalina, miedo, culpa, remordimiento, cualquier
cosa, se siente vivo. El tren arriba justo entonces y el tipo del traje se
arroja a las vías. Antes de morir alcanza a escuchar una estrofa del coro de la
canción que suena por el sonido ambiental del metro, es Louis Armstrong: “And i
think to my self, wath a wonderful word”.
1 Responses to "UN MUNDO MARAVILLOSO"
3:48 PM #
:O
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