“Write a short story every week. It's not possible to write 52 bad short stories in a row.”
Bradbury
Última carta para Paula:
“El gato que está triste y azul nunca se
olvida que fuiste mía”
Roberto Carlos
Espero que puedas perdonarme por la mancha de
sangre sobre tu sábana blanca favorita, no fue mi intención. Nunca quise dejar
marca alguna, pero Voltaire se defendió como gato boca arriba, literalmente.
Usualmente era manso, por eso nunca imaginé que armara tanto lío cuando lo alcé
de la cola para clavarle en el pescuezo la réplica en miniatura de espada flamígera
que usabas como abrecartas. Fue un buen regalo. ¿Recuerdas? Te la di en nuestro
tercer aniversario.
Me alegra imaginar que usarás esta misma artesanía,
previamente lavada y desinfectada, para abrir esta, mi última carta. Seguro te
sorprendió encontrar el sobre amarillo y lacrado, sobre tu otrora lecho blanco.
Vuelvo a disculparme por eso, juro que no fue mi intención. La culpa fue de
Voltaire.
Después de ingresar a tu departamento la idea era
hacer un trabajo limpio y rápido: coger al gato, llevarlo a la bañera, cortarle
el cuello, desangrarlo, limpiar y enterrar el cadáver en la maceta de Gardenias
del balcón. Son horribles esas putas flores. ¿Quién mierda te las regalo? Están
lejos de poder compararse con las orquídeas que yo te daba. Las plantas que te regaló el último fulano,
quien seguramente se metió entre tus piernas, a lo sumo sirven para la tumba de
un gato, un pinche gato.
Pinche gato, cuando lo tenía agarrado de la cola me
arañó el brazo con saña, pero no lo solté inmediatamente, lo hice segundos
después cuando repitió su ataque, ahora sobre mi rostro. Entonces ambos, el
gato y yo, perdimos la compostura y el estilo. Corrí tras Voltaire por todo el
departamento, me arrastré debajo del sillón naranja para sacarlo de ahí, tuve
que escarbar entre la ropa sucia, donde el muy listo pretendió esconderse. Por
cierto, me gustó mucho tu nuevo negligee rosa; en otras circunstancias incluso me
lo hubiera llevado, pero en ese momento mi mente está más-turbada por culpa del
puto gato.
En fin, no pretendo hacer aquí un relato detallado
de la peliculesca persecución, cuyo final ya habrás adivinado: lo acorralé en
tu cuarto y saltó a la cama donde finalmente lo embestí directamente en el
vientre, una dos, tres, mil millones de veces, sin piedad. Con tanta intensidad
como alguna vez te la clavaba a ti.
Intenté dejar todo como estaba antes, pero bueno,
la mancha de la sabana era difícil de ocultar. Lo lamento profundamente, algún
día te mandaré de regalo un juego de cama nuevo, aún más inmaculado que este.
Escribo esta carta primero para darte aviso sobre el deceso de Voltaire, no
Baby don´t cry, la vida sigue, créemelo era necesario hacerlo. Su cuerpo será
un buen abono para las flores. ¡No mames, gladiolas, que mal gusto! La segunda
razón de estas líneas es para explicarte por qué lo hice. No me gustaría dejarte
con la idea de que esto es una simple venganza de mi parte después del fin de
nuestra relación de cuatro años, apenas la semana pasada. No, nada más alejado
de la realidad.
No te confundas, mujer. Ciertamente soy un tipo
pasional y a veces colérico, pero mis acciones persiguen siempre fines más
nobles, menos burdos. No soy un vulgar asesino; me concibo, más bien, como un
justiciero, no quiero parecer exagerado, pero podría decir que soy casi un
héroe. Es verdad, te salvé la vida.
Espera, no rompas aún esta carta, déjame
explicarte. Créeme, es importante. Maté a Voltaire para salvarte, pues de no
haberlo hecho él te hubiera matado a ti en la próxima luna llena. No estoy
loco, es la verdad, debes creerme. Siempre pensé que los gatos eran criaturas
infernales, pero nunca tuve la certeza de ello hasta hace poco. Lo sospeché
desde hace tiempo, nunca me gustó la manera en que te miraba Burroughts, el
gato que te había regalado tu ex. ¿Recuerdas? Por cierto, que manía tan rara la
tuya esa de ponerle a los gatos nombre de escritores, siempre me pareció algo
muy mamón, la verdad.
Espero que no sigas creyendo que yo fui el culpable
de envenenar a Burroughts para borrar cualquier vestigio de tu anterior amor
para después regalarte yo otro gato, más hermoso, más negro, más maligno: Voltaire.
Entonces no lo sabía créeme. Había escuchado historias y mitos sobre los gatos,
sobre su culto en el antiguo Egipto, sobre su
naturaleza demoniaca, pero nunca imaginé tanto, especialmente nunca paso
por mi cabeza la idea de los sacrificios de mujeres que realizan los gatos cada
noche de luna llena.
No espero que me agradezcas por el favor que acabo
de acerté, siempre fuiste malagradecida. Tampoco creo que puedas entender ni
pretendo ahondar más en explicaciones. No vale la pena.
Dejo mi copia de las llaves de tu departamento en
el mueble de la entrada, lamento que lo nuestro terminara así, espero en el
fondo que encuentres la felicidad pronto en otro lado. Te amo, nunca dejare de
hacerlo. Créeme si alguna vez vuelves a estar en peligro, yo estaré ahí para salvarte.
PD: Por favor, te lo suplico, mantente alejada de
los gatos. Es un consejo, una advertencia.
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